Luís Felipe Salamanca es comunicador social de la Universidad Externado de Colombia. Ha sido escritor y productor de telenovelas y seriados durante los últimos 20 años. Galardonado, entre otros, con los premios Simón Bolívar, TV y NOVELAS, India Catalina, Mejor Guión del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva (España) con “La Pena Máxima ” y distinguido con la beca de Colcultura para desarrollo cinematográfico con su guión “Una Canción para Elisa”. Profesor invitado de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba) durante varios años, Jurado de los Premios Emmy Internacionales y asesor para el diseño de telenovelas para España, Italia, México, Perú y Ecuador. Hasta el 2001 trabajó en sociedad con Darío García.
En el año 2008 creó su propia empresa productora de contenidos, asociándose con un grupo de escritores y analistas que hoy en día están en capacidad de producir 360 horas de telenovela y 24 horas de seriados al año. La compañía también ofrece los servicios de análisis, evaluación e intervención de proyectos.
Sus obras son:
Título | Producción | Tipo | Año | |
Las Santísimas | Teleset para RCN Televisión | Telenovela | 2010 | |
Niños ricos pobres padres | Telemundo Studios | Telenovela | 2009 | |
La quiero a morir | Canal Caracol TV | Telenovela | 2008 | |
Pocholo | Canal Caracol TV | Telenovela | 2007 | |
Amores cruzados | Tv Azteca y Canal Caracol TV | Telenovela | 2006 | |
La Ex | Canal Caracol TV | Telenovela | 2005 | |
Dora la celadora | Canal Caracol TV | Telenovela | 2004 | |
Como Pedro por su casa | Telemundo y Canal Caracol TV | Serie | 2003 | |
Pecados capitales | Canal Caracol TV | Telenovela | 2002 | |
María Madrugada | Canal Caracol TV | Telenovela | 2002 | |
Historias de hombres | Canal Caracol TV | Serie | 2001 | |
Pedro el escamoso | Canal Caracol TV | Telenovela | 2001 | |
María Rosa búscame una esposa | Iguana Producciones - Perú | Telenovela | 2001 | |
Tío Alberto | Tv Azteca – México | Telenovela | 2000 | |
La guerra de las Rosas | Canal Caracol TV | Telenovela | 1999 | |
Tres veces Sofía | Tv Azteca – México | Telenovela | 1998 | |
Los Gil | Canal Caracol TV | Serie | 1998 | |
Julius | Canal Caracol TV | Serie | 1998 | |
Juliana qué mala eres | Caracol Televisión | Telenovela | 1997 | |
Dios se lo pague | Caracol Televisión | Serie | 1997 | |
Flor de oro | Caracol Televisión | Telenovela | 1996 | |
La sombra del deseo | Caracol Televisión | Telenovela | 1996 | |
El lado oscuro del amor | Rai - Italia | Diseño | 1995 | |
Si nos dejan | Coestrellas | Serie | 1995 | |
Ifigenia | Caracol Televisión | Serie | 1994 | |
Candela | Caracol Televisión | Telenovela | 1994 | |
Sólo una mujer | Caracol Televisión | Telenovela | 1994 | |
El último beso | Caracol Televisión | Serie | 1993 | |
Soledad | Coestrellas | Serie | 1993 | |
Corazones de fuego | Colombiana De Televisión | Serie | 1993 | |
La mujer doble | Caracol Televisión | Telenovela | 1992 | |
La Pantera | Caracol Televisión | Serie | 1992 | |
La Baronesa | Ecuavisa | Mini Serie | 1992 | |
Pasiones secretas | Caracol Televisión | Telenovela | 1992 | |
La vida secreta de Adriano Espeleta | Producciones Punch | Telenovela | 1991 | |
El pasado no perdona | Producciones Punch | Telenovela | 1991 | |
Cambalache | Jorge Barón Televisión | Serie | 1991 | |
Asunción | Producciones Punch | Serie | 1991 | |
Te voy a enseñar a querer | Producciones Punch | Telenovela | 1990 | |
En casa de Rita | Jorge Barón Televisión | Serie | 1990 | |
Imagínate (II Temporada) | Producciones Punch | Serie infantil | 1988-1989 | |
Doble seis | Producciones Punch | Serie | 1988 | |
Ojos de Gato | Producciones Punch | Serie | 1987 | |
CINE: | TEATRO: | |||
LA PENA MÁXIMA | LA SIEMPREVIVA | |||
EL COMANDO PESTAÑINA
Argumento
SARA, JULIETA, FERNANDA Y RAQUEL habían demostrado desde el primer día de clases en la universidad de que estaban hechas: Vanidad, frivolidad, superficialidad y toneladas de maquillaje. Desde ese entonces fueron conocidas como el comando pestañina. Bellas y coquetas como ninguna, las cuatro, sabiendo el poder que ejercían con los hombres, lograron sobornar a compañeros y profesores para terminar graduadas en una ceremonia en la que fueron víctimas de las habladurías y maledicencia de sus compañeras de clase, casi todas ellas mujeres comunes y comprometidas con causas nobles como la revolución y la verdad, algo que por supuesto al comando le importaba muy poco.
Como era de esperarse y luego de que las cuatro rechazaran la fabulosa oportunidad de representar a varios departamentos en el reinado nacional de la belleza, las bellas integrantes del comando terminaron casadas con importantísimos ejecutivos casi tan bellos, fatuos y unidimensionales como ellas.
Todo parecía perfecto hasta que Sara comenzó a sospechar de su marido. El comportamiento de Roberto estaba claramente catalogado y descrito en las revistas favoritas del comando de manera que atando cabos no era difícil deducir que Roberto tenía una amante.
Herida en lo más profundo de su vanidad, Sara diseñó el plan que, sin saberlo, iba a involucrarla en la aventura más emocionante de su vida. Después de debatirlo durante horas con sus amigas elucubrando los más inverosímiles planes, las cuatro mujeres optaron por la opción más sencilla. Seguir al sospechoso.
Disfrazadas y relevándose en la misión de espionaje las mujeres no lograron descubrir nada raro. Roberto se reunía en almuerzos y cenas de negocios con altos funcionarios del gobierno y cuando recibía las llamadas con las que se ejercía control y se indagaba por sus actividades, siempre recibía respuestas que correspondían a la realidad.
Había dos cosas sin embargo que les causaba curiosidad a las mujeres. La primera, el restaurante que escogía Roberto para sus almuerzos siempre era el mismo y siempre se llevaban a cabo en el mismo reservado que después de la entrada de los comensales cerraba sus puertas para mayor intimidad; y la segunda, a estos almuerzos y comidas nunca asistían mujeres.
Sobornando a un mesero a punta de sonrisas y miradas provocadoras, las mujeres desalentadas pudieron comprobar por su testimonio que allí no pasaba nada raro. Simplemente tan importantes señores necesitaba privacidad para las discusiones en donde se jugaba el destino de todo un país.
Desorientadas y a punto de rendirse Sara encontró la respuesta en el mejor amigo de Roberto, Daniel Santillana, joven promesa de la política nacional y según los analistas futuro presidente de la nación. Daniel, quien por poder tener un día en su cama a la bella Sara y por llegar a la presidencia era capaz de traicionar al que fuera, fue quien por interpuesta persona, en este caso la asistente del marido de Sara, filtró la información que fue el comienzo del final de Roberto.
Recordando lo poco que habían aprendido en sus días de estudiantes de periodismo, y ahora ayudadas por una de sus más acérrimas enemigas en la facultad, Marianita León, hoy en día convertida en el terror de los corruptos, el comando comenzó a desenredar el ovillo para descubrir la más sofisticada red de prostitución de altísimo nivel que no cobra por los servicios de sus afiliadas en vulgares pesos sino en contratos y dadivas mucho más generosas y útiles para explicar el origen de las fabulosas fortunas de sus propietarias, una conocida senadora del partido conservador y la más radical opositora de la izquierda nacional, quienes habían unido sus intereses por encima de sus diferencias ideológicas para cometer el crimen perfecto.
Descubierto el pastel, y que no solamente Roberto frecuentaba el servicio de las agraciadas e ilustradas damas del congreso, como ahora las llamaba la prensa, el comando se dedicó con singular saña a destruir y acabar con las carreras políticas y profesionales de los hombres que las habían traicionado.
Ahora convertidas en heroínas, habiendo encontrado el sentido de sus vidas, y tratando de borrar la imagen de mujeres objeto en cuya construcción habían participado voluntariamente, el comando pestañina se dedico desenmascarar y denunciar a los corruptos, a los traidores, a los infieles, a los abusadores y a defender como verdaderas fieras a las mujeres víctimas de cualquier abuso por parte de los hombres y muchas veces de mujeres como ellas mismas.
EL JUEGO DE LA VIDA
ARGUMENTO
Mientras esperaba resignada, como todas las noches, a que su marido no llegara, Sandra ignoraba qué su vida estaba en juego y su destino cambiaría para siempre. Ramón, su esposo, jugador empedernido, había perdido hasta la camisa en un juego de cartas que ya llevaba varias horas y parecía llegar a su fin. Tina, su amante y amuleto, según él, de buena suerte, esa noche había fallado y miraba angustiada cómo el hombre al que explotaba quedaba en la absoluta miseria. Cuando Miguel, él último jugador que quedaba en la mesa, se disponía a recoger su botín, Ramón lo detuvo y lanzó su desesperada apuesta. “Le apuesto mi mujer contra todo lo que me ha ganado”. Miguel, en principio, pensó que se trataba de una broma, pero la mirada fría del tahúr lo convenció de que hablaba en serio. La oferta era tentadora y difícil de resistir para un jugador. Tina, a quien había conocido esa noche, podría ser el final perfecto de un juego en el que la suerte no le había fallado ni un solo instante.
Las cartas se repartieron, ante la mirada atónita de los curiosos y la extraña tranquilidad de Tina, quien parecía aceptar la apuesta como lo más natural del mundo. Miguel con un impecable full de ases, y tal como lo había previsto, ganó, pero cuando fue a reclamar su premio, se llevó el chasco de la vida cuando Ramón, con la mayor tranquilidad del mundo, le explico que Tina no era su mujer sino su amante y que, con la palabra sagrada del jugador, al día siguiente recibiría el pago de su apuesta: a su legítima esposa. Miguel tratando de salvar la cara y manteniendo la frialdad propia del tahúr, aceptó la burla como uno más de los riesgos de su profesión y así quedó concertada la cita para la entrega de la pobre mujer.
Con toda suerte de engaños y aduciendo que su propia vida corría peligro, Ramón llevó a Sandra al humilde vecindario donde vivía Miguel. Aprovechándose de la inmensa ingenuidad de su mujer, llegaron hasta la puerta de la casa con su modesta maletita y allí hizo entrega, sin mucha ceremonia, de su esposa al ganador quien todavía no podía creer lo que estaba pasando.
Cuando despertó del todo, Miguel se encontró con los grandes ojos de Sandra mirándolo asustada y parada al lado de su maleta, esperando, sin saber qué hacer. Miguel de la manera más amable le explicó que todo había sido una broma de borrachos, una apuesta absurda y que lo mejor era olvidar todo el asunto. Para su sorpresa, y con la firmeza que sólo da el miedo, Sandra le explicó que eso era imposible, que ella de allí no saldría hasta que Ramón viniera a buscarla.
Después de agotar todos los argumentos Miguel tuvo que resignarse y comprendió que el miedo que sentía Sandra era mucho mayor a la libertad que le estaba ofreciendo. La llegada de la noche y la necesidad obsesiva de salir a buscar la suerte, dio por terminada la discusión y diciéndole que se acomodara donde pudiera, Miguel se despidió dejando a solas a Sandra resignada a su nueva condición. Paradójicamente, Sandra no sentía nada. Tan acostumbrada como estaba al dolor y al maltrato, esta era una prueba más que tendría que soportar en un destino que había terminado por aceptar como algo natural.
Miguel buscó durante toda la noche a Ramón en los bares que solían frecuentar, pero en ninguno de ellos lo encontró. Cuando regresó a su casa en la madrugada, descubrió un sitio que no pudo reconocer, y estuvo a punto de devolverse, pero cuando vio a Sandra tirada en el piso durmiendo, comprendió quién había sido la responsable de la reorganización. Acostumbrado como estaba a vivir solo, por un momento sintió rabia, pero al ver el dulce rostro de la muchacha durmiendo plácidamente, no pudo más que sentir algo de ternura en su endurecido corazón. Cuando despertó, bien entrada la mañana, el olor de la comida y el café le recordaron tiempos mejores. Sandra lo esperaba con un desayuno milagroso y una sonrisa inexplicable que de alguna manera le iluminó el día.
Agradecido con la muchacha, pero sin la menor intención de permitir que la situación continuara prosperando, Miguel la obligó a llevarlo a su casa, pero para su sorpresa descubrió que Ramón había puesto pies en polvorosa llevándose las pocas pertenencias del hogar y por supuesto, sin dejar rastro alguno de su paradero.
Sandra asumió la situación con asombrosa tranquilidad y optimismo a toda prueba, asegurándole a Miguel que algún día Ramón volvería por ella, pero que por ahora tendría que abusar de su hospitalidad pues no tenía un centavo ni lugar a dónde ir. Eso sí, le pagaría la amabilidad con su trabajo, añadiendo que como se habría dado cuenta, era una buena cocinera y disfrutaba las labores del hogar. Aunque era difícil de creer, Miguel no tuvo más alternativa que regresar a su casa con Sandra y prepararse para organizar la nueva vida en la que involuntariamente se había involucrado.
A pesar de lo reducido del espacio, la convivencia con Sandra no fue difícil de aceptar. La muchacha era un fantasma que aparecía cuando era necesaria y cuando no simplemente no se hacía sentir. Las flores y macetas comenzaron a aparecer en la casa, en el armario la ropa siempre limpia y bien planchada, y en la mesa la comida nunca faltó, a pesar de que Miguel no se explicaba de dónde sacaba dinero la mujer para mantener la despensa siempre llena.
De repente, Miguel descubrió que cada vez disfrutaba más estar en casa que salir a buscar su vicio. Sandra por su parte florecía. Sus silenciosas rutinas, esta vez desprovistas de dolor, le habían dado el tiempo de mirarse en el espejo y buscar un peinado más coqueto, un tímido rimel en las pestañas y de cuando en cuando, unos labios pintados con el lápiz que guardaba como un tesoro. Cuando Miguel comprendió que estaba viviendo con una mujer que comenzaba a despertarle las más extrañas sensaciones y deseos, decidió que era la ahora de huir y así, regresó sin ninguna explicación a la vida que, sin saber cómo ni por qué, había abandonado.
La suerte esta vez no estuvo a su favor y Miguel sufrió una racha imposible de desgracias. Ni la ruleta, ni las cartas estaban de su lado; lo intentó en el billar y también perdió. Los caballos fueron su perdición definitiva, pero aún cuando malhumorado y deprimido llegaba a su casa, nunca recibió una queja o un reclamo de Sandra. En algún momento de lucidez, dentro de su cada vez más creciente angustia, Miguel se preguntó cómo hacia Sandra para mantener funcionando la casa.
Pronto descubrió la respuesta. En su tiempo libre, que era mucho, Sandra había conseguido algunos contratos para lavar la ropa de los vecinos, cuidar a sus niños y realizar oficios domésticos en sus casas, con lo cual conseguía el dinero que Miguel no le daba hacía muchas semanas. Miguel sintió una profunda rabia contra él mismo, pero decidido como estaba, a no caer en la trampa, se dedicó con obstinación a terminar de hundirse en su tragedia.
Uno a uno los electrodomésticos de la casa fueron desapareciendo para terminar en la prendería, y los pesos que conseguía en la casa de empeño, en los bolsillos de otros jugadores. Para Sandra era una historia conocida, pero esta vez con una diferencia que la muchacha sabía agradecer. Miguel nunca la había maltratado, nunca le había faltado al respeto.
Sentirse de nuevo como un ser humano le permitió a Sandra volver a soñar, y un día tímidamente le pidió permiso a Miguel para terminar sus estudios de secundaria abandonados hacía muchos años. Miguel le explicó que no tenía por qué pedir su autorización para nada y que le parecía una gran idea. Así la muchacha organizó su tiempo y con increíble tenacidad asumió la nueva tarea. Mientras Miguel se hundía irremediablemente en su decadencia, Sandra encontraba cada día una nueva razón para seguir adelante.
La felicidad de Sandra terminó el día en que Miguel crudamente le explicó su situación. Su casa estaba punto de ser embargada por no haber hecho los pagos correspondientes a la mensualidad de la hipoteca que adeudaba a un banco. La respuesta de Sandra fue contundente. “Apuésteme contra algo que valga la pena, yo siempre pierdo y en ese caso usted gana”.
La negativa de Miguel fue inmediata y ese fue el gesto que terminó de enamorarla del hombre definitivamente. Entonces sacando algunos billetes de sus ahorros se los dio a Miguel y le pidió que los apostara en el hipódromo a un caballo misterioso de nombre perdedor. Aunque Miguel en principio se resistió a la oferta, pudo más su ambición y ese día, para su sorpresa, ganó. Esa noche la pareja celebró con irresponsable alegría, y después de la cena y el baile, terminaron haciendo el amor con la desesperación propia de aquellos que ya no tiene nada más que perder. Sandra descubrió esa noche el placer y Miguel a la más dulce y entregada amante que había pasado por su vida.
Sandra tocó el cielo con las manos y creyó haber encontrado el amor, pero la ludopatía de Miguel era una rival contra la cual era muy difícil luchar. A pesar de que durante algunos días vivieron momentos felices, el jugador pronto volvió a las andadas. Miguel, dentro de la ingenua superstición que manejan los tahúres, hizo de Sandra su amuleto y nunca apostaba sin pedir su consejo.
Para desgracia de la mujer, sus predicciones comenzaron a volverse legendarias y la racha de triunfos de Miguel alcanzó proporciones míticas. El dinero fluía a chorros y las condiciones de la pareja comenzaron a cambiar de tal forma que pronto terminaron convertidos en una caricatura de ellos mismos, a pesar de la oposición de Sandra al lujo y el derroche que nunca había conocido y muy poco le interesaba. Pero la mujer estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de conservar al hombre que la había hecho feliz.
La noticia del éxito de Miguel pronto llegó a oídos de Ramón quien arruinado y sin amante, regresaba de Las Vegas después de haber fracasado estruendosamente en la capital del juego. Los rumores sobre las capacidades adivinatorias de su ex mujer habían alcanzado proporciones inverosímiles. Según los otros jugadores, no había caballo, ni número de lotería que Sandra no pudiera adivinar y de allí el monstruoso éxito de Miguel, éxito que pudo comprobar cierto día en un casino cuando vio llegar a Miguel en un costoso automóvil, vistiendo ropa de diseñador y llevando cadenas y relojes de oro que demostraban su poder. Ramón tenía que recuperar a su mujer, costara lo que costara, pero no tenía el capital para poder ponerle la trampa a su rival.
A los pocos días, Ramón, aprovechando la ausencia de Miguel, buscó la forma de ver de nuevo a Sandra. Haciendo gala del cinismo más depurado le pidió perdón, inventó una historia de regeneración y arrepentimiento que estuvo a punto de convencerla, pero no logró su propósito cuando Sandra le devolvió sus propios argumentos explicándole que las deudas de juego eran sagradas y que jamás volvería a su lado pues tenía la certeza de que Miguel jamás caería tan bajo como para apostarla a un juego de cartas.
Ramón se despidió ese día diciéndole que ya se lo demostraría pues Miguel sólo la usaba para sus oscuros propósitos, pero jamás la podría amar como él la amaba. El siguiente paso fue sembrarle la duda a Miguel. La labor de Ramón fue paciente y metódica hasta que pudo resquebrajar la frágil estabilidad de la pareja. Los celos de Miguel se volvieron obsesivos y comenzó a cometer los errores que Sandra ya había conocido en Ramón. Entre tanto Ramón se presentaba como el hombre diferente que juraba ser y con detalles y comprensión comenzaba a derrumbar las resistencias de la mujer.
Desesperado, Miguel, cometió el error que Ramón había estado esperando. Nuevamente la vida de Sandra estaba en juego. Esta vez en contra de lo único que le podía interesar de Ramón: Su desaparición. La apuesta era tan absurda como sencilla. Miguel le daba la revancha. Si ganaba, Ramón debería desaparecer para siempre de su vida y de la ciudad, si perdía le devolvería a Sandra. Ramón fue mas allá y en un gesto de audacia asombroso le propuso a Miguel que para que las cosas fueran serias, le apostaba algo más valioso, su vida. El ganador se quedaba con Sandra, pero el perdedor, frente a los testigos que eligiera, procedería a suicidarse. Para un jugador era una apuesta imposible de resistir y así quedó sellado el pacto.
El día señalado llegó y frente a un reducido grupo de testigos Miguel y Ramón se jugaron la vida. A una sola mano el destino de tres seres humanos quedaba a merced del azar.
Enterada por un amigo común de lo que estaba sucediendo, Sandra, enloquecida, llegó al lugar donde se desarrollaba la macabra partida de póquer, pero era tarde. Miguel había perdido. Sacrificando su propia vida pudo evitar que Ramón cobrara su apuesta y logró que le perdonara la vida a Miguel comprometiéndose a regresar con él.
Para Miguel perder a Sandra fue peor que la muerte. Luchó durante meses desesperadamente por ella pero la traición había sido más grande que el amor y con el tiempo tuvo que admitir que la había perdido para siempre. La suerte tampoco le sonrió a Ramón y al poco tiempo tuvo que huir del país y de sus acreedores quienes le habían puesto precio a su cabeza. Sandra terminó sus estudios e ingresó a la universidad a estudiar psicología.
Durante una de sus prácticas en un centro de rehabilitación para drogadictos, alcohólicos y ludópatas, Sandra volvió a ver a Miguel. El amor de su vida había llegado al extremo más bajo de la degradación humana y ahora con dificultad intentaba recuperarse. Miguel tardó en reconocerla y deshecho en llanto cayó postrado a sus pies. Sandra entonces comprendió que el tiempo había borrado el dolor y que ahora el destino del hombre que tanto había amado estaba en sus manos y era una oportunidad que esta vez la vida no le iba a ganar.
PADRE NUESTRO
(Argumento Luis Felipe Salamanca y Mauricio Barreto)
ARGUMENTO:
Juan Durán a sus cincuenta y cinco años descubre el significado de la inutilidad de la vida al recibir una llamada urgente de parte de la amante de su mejor amigo, Manuel, quien le informa que el infortunado hombre ha sufrido un ataque cardiaco mientras se dedicaba a actividades eróticas extramatrimoniales. Juan intenta tranquilizar a la angustiada mujer y después de muchas peripecias, logra rescatar algo de la perdida reputación del difunto. Durante el entierro, al que no asisten ni la esposa ni los hijos de Manuel, quienes consideran el comportamiento del difunto definitivamente inmoral, se encuentra con varios de sus antiguos condiscípulos y entre ellos Ramón a quien le había perdido la pista hacía muchos años.
Ramón anda acompañado de una mujer madura bastante atractiva, elegante y sobre todo discreta. La presenta como una amiga, Elsa, y compromete a su amigo a visitarlo la semana siguiente en la librería que tiene en el centro de la ciudad. Juan no da mucha importancia al encuentro, pues su cabeza está en ese momento haciendo un balance de lo que ha sido su vida, pero ignora que su amigo y la mujer a la que poca atención presta, cambiarán su futuro para siempre.
Juan ha sido un hombre de trabajo y suerte. Su compañía de corretaje de bolsa es una de las más sólidas y prestigiosas del país. Su matrimonio con Alicia Echeverry ha transcurrido en una calma indiferente que francamente nunca le ha preocupado. De sus cuatro hijos, Federico, el mayor, ha vivido bajo su sombra y posiblemente por eso es considerado su seguro sucesor aunque nadie sabe, sólo él, que es un incapaz al que ha tenido que proteger en todas las equivocaciones que ha cometido en la vida. La segunda, María Teresa, simplemente se dedica a disfrutar la suerte que le ha tocado. Vive el presente con un desenfado envidiable y su única preocupación es inventar en qué gastarse el dinero que siempre ha tenido, sin que jamás se le haya ocurrido ganarlo, pues la sola idea de trabajar la traumatiza. Pedro, el menor de los hombres, es tal vez el único que no corresponde al patrón familiar pues presume de artista y bohemio, sueña con ser algún día escritor y aunque no lo hace mal, es demasiado indisciplinado y con fuertes inclinaciones a la bebida y a la vida desordenada. Por último, Irene, la menor, es una muchacha aparentemente tan insignificante y tímida que nunca nadie se ha preocupado por conocerla mejor. En su interior, sin embargo, es una mujer inteligente y atormentada; es tal vez la única que comprende la tragedia de su familia perfecta. Está en la universidad estudiando arquitectura y es allí donde en esporádicas explosiones de lucidez hace ver a sus compañeros y amigos el enorme potencial que posee, a pesar de su temperamento reservado.
La decisión que toma Juan después de visitar a Ramón deja a todos los miembros de la familia estupefactos. Durante una comida especialmente convocada por Juan, anuncia su intención de vender su empresa y dedicarse a vivir la vida, algo que según él no ha podido y que la muerte de su amigo le ha hecho comprender. A todos les parece en principio muy buena idea, pero cuando el viejo añade que también ha decidido no hacerse más cargo de sus hijos con el fin de obligarlos a responsabilizarse de sus propias existencias, el caos se apodera de la reunión. Algunos lo tachan de loco, otros de injusto, hasta acabar con los adjetivos apropiados, pero Juan permanece firme; aduce que ya ha hecho lo suficiente por ellos y que es hora de pensar él y sólo en él y si acaso, en su mujer. Al abandonar la mesa dejando a la familia sumida en el desconcierto, se barajan toda suerte de hipótesis hasta que comienza a tomar fuerza la de que se trata de la presencia de una mujer, una amante que lo está obligando a tomar decisiones tan absurdas. La única que conserva la calma, aunque con sus dudas, es Alicia, quien pide un poco de tranquilidad y añade que seguramente en unos días a Juan se le olvidará tan peregrina idea. Los hermanos se miran preocupados pero deciden esperar a ver cómo evolucionan las cosas; sólo a Irene le parece divertido lo que está pasando y, aunque no dice nada, disfruta el momento y en el fondo está de acuerdo con su padre.
Los días que siguen son de tensa espera interrumpidos solamente por la llegada de un piano que Juan ha comprado, pues siempre fue su sueño tocar el instrumento. Con paciencia enloquecedora comienza las clases. Poco a poco logra sacar a todos de la casa durante las horas de sus ejercicios. Algo avanza, pero es claro que a su edad los progresos serán lentos y no muy alentadores. Otro día aparece montado en una bellísima y reluciente Harley Davidson y vestido como cualquier rebelde sin causa. Su mujer lo insulta por ridículo y se niega furiosa a dar la vuelta a la que la está invitando. Juan explica que piensa hacer un largo viaje para conocer el país en su moto. Ahora sí, con su comportamiento convence a todos de que está loco.
La situación se ha complicado notablemente para Federico pues sin su padre no cree que pueda llegar muy lejos. Habla con él y le ruega que no venda la empresa, que continúe como asesor o consejero. Juan le explica que sería lo mismo y que cree que si se esfuerza un poco por salir adelante sin su ayuda podrá lograrlo. Federico se desmorona pues no es sólo su incapacidad la que lo atormenta, sino las presiones de su amante, Fernando Rojas, empleado de la compañía, quien al descubrir las tendencias homosexuales del hijo del jefe, decide jugársela toda y enredarlo en un tormentoso romance en donde asume la parte dominante, convirtiendo a Federico en un simple títere de sus deseos y ambiciones. Es Fernando quien sugiere la idea de que la única solución es matar a Juan antes de que venda la empresa para de ese modo quedar como heredero y asegurar, con su ayuda, la continuidad de su carrera.
A María Teresa la aterra la proximidad del plazo que su padre ha fijado para poner fin al hasta ahora abundante flujo de dinero. Haciendo gala de su mejor mala intención logra venderle a su madre la idea de que la única razón para tanto desatino no puede ser sino la presencia de otra mujer. Alicia comienza entonces una obsesiva persecución contra su esposo, logrando sólo hacer el ridículo pues al no ser éste el motivo, sus cuidadosas y bien montadas emboscadas se encuentran con situaciones que por lo absurdas terminan siendo cómicas.
Pedro pretende no darle importancia a lo que ocurre en su casa pero en su interior sabe que lo afecta gravemente. Sin el dinero de su padre su futura carrera de escritor está irremediablemente perdida y lo peor es que no tiene ni idea del rumbo que puede tomar su vida. Afortunadamente desde hace algún tiempo sostiene una relación afectiva con una muchacha que conoció en una de sus noches de farra. Olga trabaja en la sección de cartera de un banco y es una mujer aterrizada y práctica a quien le encanta Pedro por ser parte de un sueño que a ella ni se le ocurriría soñar; es un artista, o al menos eso cree. Olga por supuesto es rechazada por casi toda la familia menos por Juan quien la encuentra interesante y bastante inteligente.
Por último, a Irene la situación tiende a gustarle aunque siente algunas dudas e inseguridades; se consuela pensando que está a punto de acabar su carrera y ya tiene algunas ofertas de trabajo. Por otro lado mira con interés el derrumbe de su familia y los conflictos que empiezan a aflorar.
Juan ha seguido recuperando sus sueños con un deleite que le ha devuelto la vida. Hace lo que quiere, vive como quiere y de no ser por su familia, podría decirse que es feliz. Ante el rechazo de los suyos ha buscado refugio en la librería de Ramoncito, en donde encuentra una voz de apoyo a sus “locuras”. Las interminables tardes de vino y charla se han vuelto el alimento de sus días. Ramón es un ser admirable a quien la sociedad no logró venderle la falsa idea de las vidas ejemplares y por el contrario lo empujó a enfrentarse a la realidad en sus términos. El único compromiso que defiende es el que tiene con él mismo y es el de nunca dejarse tentar ni por las cosas ni por los espejismos.
La mujer que lo acompaña, Elsa, tan especial como Ramón, ha comenzado a convertirse en una figura indispensable en sus tertulias. Siempre con ideas claras y comentarios inteligentes, hace ver a los dos amigos un interesante punto de vista femenino. Elsa no se casó porque no le dio la gana; estudió Filosofía y Letras, es profesora de varias universidades y de cuando en cuando ejerce la crítica literaria en algunas revistas especializadas; sin embargo no presume de intelectual y su conversación es tan sencilla y fluida como la de cualquier ama de casa normal, haciendo más sorprendente la enorme cultura que posee y su forma clara de pensar.
Cuando Ramón anuncia que va a viajar, Juan ve peligrar su proyecto pues se va la persona que fue su apoyo en los momentos más difíciles y supone que se llevará a Elsa, quien poco a poco se ha convertido no sólo en motivo de admiración, sino de una incipiente pero sólida atracción. Cuando Elsa le dice que se quedará pues se va a encargar de la librería, Juan respira aliviado. El destino de Ramón es conocer el monasterio del Monte Athos con el propósito de, si es aceptado, retirarse a pasar el resto de su vida allí. Juan piensa que le gustaría ser como su amigo, capaz de tomar una decisión de esa naturaleza, pero sabe que todavía no está preparado; de cualquier manera la idea de que Elsa se quede es un gran alivio y así juntos llevan a Ramón al aeropuerto y sin mucha conmoción se despiden de él.
Mientras tanto en la casa se urden toda suerte de conspiraciones para acabar con Juan. El proyecto de asesinato va muy adelantado pero en el último momento Federico no es capaz. Fernando, furioso, amenaza con contar la verdad de sus relaciones y la presión es tan grande que Federico no resiste y se suicida. El nuevo golpe convence más a Juan de que todo lo que ha hecho es inútil y comienza a acariciar la idea de seguir a su amigo Ramón. Elsa, quien cada día se vuelve más importante en su vida, lo estimula y procede a hacer las averiguaciones del caso. Fernando, por su parte, al ver fracasar su plan se acerca a María Teresa y aprovecha que la muchacha está al borde de la desesperación para convencerla de que hay que hacer algo y de nuevo lo intenta. María Teresa es mucho más ambiciosa y decidida que su hermano y no es mucha la admiración que siente hacia su padre, por lo que comienza de nuevo con la ayuda de su ahora amante, Fernando, a planear la forma de eliminar a Juan.
Alicia, la esposa, agotadas todas las posibilidades, vuelca su frustración y desconsuelo en un fanatismo religioso mariano que la obliga a perseguir por todo el mundo las apariciones de la Virgen. Es tal su grado de entrega que se olvida de todo lo demás y como si estuviera poseída, sólo vive para la Virgen María y su mensaje de salvación.
Irene, a raíz de la muerte de su hermano, se acerca mucho más a su padre y ambos comienzan a descubrirse encontrándose con seres que cada uno puede admirar y querer. Por ese entonces está enamorada y en proceso de comenzar a convivir con el hombre que quiere. Desafortunadamente, pronto descubrirá que su elección es equivocada.
Pedro, por su parte, momentáneamente ha encontrado en las privaciones un motivo para escribir. Aunque en realidad no le falta nada, comparando su nueva vida con la que vivía anteriormente se podría decir que es un pobre desamparado. Olga se lo ha llevado para su apartamento y cumpliendo la función de abnegada mujer de artista lo mantiene y le da de comer. El único problema es que Pedro ha comenzado a descubrir que no es tan buen escritor como pensaba y su inseguridad toma proporciones gigantescas con los consiguientes ataques de angustia y culpabilidad. Olga teme que siga el ejemplo del hermano mayor y por eso redobla sus cuidados y atenciones. Pero Pedro no es capaz de tomar una decisión tan radical. En el fondo sabe que es débil y que solamente podrá salvarse si le encuentra un destino a su vida.
El momento ha llegado para Juan, todo está listo y debe decidir si deja todo para buscar el sueño definitivo. A Elsa le parece la mejor determinación si de verdad ha sido sincero en lo que ha dicho, pero no es así. Juan se ha enamorado de ella y tiene que reconocérselo. Piensa que es absurdo enclaustrarse en un monasterio justo en el momento en que ha encontrado a la mujer de su vida. Elsa con mucha ternura le hace ver lo importante que ha sido para ella esa declaración y aunque si de ser sinceros se trata, ella también siente algo muy profundo por él pero que no existe la menor posibilidad de que el encuentro se dé. Elsa tiene cáncer, hace meses lo sabe y está condenada, pero no quiere ni lástima ni compasión. Pero Juan no lo puede saber, sería negarse la última oportunidad de ser feliz junto a un hombre que cada día quiere más. Como puede pospone la decisión, logra ganar un poco de tiempo y se prepara para enfrentar lo más duro de su enfermedad y de su vida, encontrar la felicidad cuando ya no hay tiempo para vivirla.
Elsa se entrega con las fuerzas que le quedan a vivir su amor con Juan. Los sueños del hombre y sus planes logran darle unos meses de intensa felicidad en donde los dos cometen toda suerte de locuras y se ven envueltos en las más simpáticas y románticas aventuras. Elsa vive cada día como si fuera el último, pero su resistencia se está acabando hasta que llega el momento en que se ve obligada a revelar la verdad de su condición. El sueño de Juan se derrumba y aunque lucha por arrebatarle a la muerte unos días mas, con profundo dolor debe reconocer que esta perdido.
Poco tiempo después Elsa muere, Juan cae en la más honda de las depresiones y sólo la ayuda de su hija Irene logra consolarlo y sacarlo del estado en el que cae durante varios meses y que casi acaba con su vida.
Juan comprende que ha perdido su última esperanza, reúne a su familia, reparte su herencia, pide perdón por el dolor que involuntariamente ha causado y cuando todos piensan que va a anunciar su regreso, les informa que ha decidido seguir los pasos de su amigo Ramoncito y que en pocas horas viaja a Grecia a realizar lo único decente que le queda por hacer en su vida; retirarse a la soledad de un monasterio en donde terminar sus días. La reacción de su familia, liderada por Irene, es la de comprensión y apoyo a la decisión del padre y a pesar de que su esposa Alicia hace un último intento por retenerlo, las palabras de su marido le hacen comprender que no hay regreso y que su voluntad se hará por lo menos aquí en la tierra, ya que para él el cielo dejó de existir con la muerte de Elsa.
TAXISTORIAS
(Serie Original para televisión y argumento Luis Felipe Salamanca)
Leopoldo, a secas, como prefería ser llamado, había hecho una fulgurante carrera como psicólogo hasta que una de sus pacientes se enamoró perdidamente de él. Al ser rechazada, la mujer acusó al joven profesional de ser un acosador sexual, acabando de un solo golpe con su reputación y su futuro laboral.
Impedido para ejercer su profesión, Leopoldo estuvo muy cerca de conocer los horrores del hambre, pero en el último momento el consejo y la ayuda económica de unos de sus mejores amigos lo pusieron en la senda en la que encontraría de nuevo la razón de ser de su vida.
Leopoldo compró un taxi y salió a enfrentar la monstruosa ciudad como uno más de sus anónimos habitantes.
Al comienzo estuvo a punto de rendirse. Definitivamente soportar las agresiones de los otros conductores, cuando no de sus pasajeros, lo hizo considerar seriamente la posibilidad de retirarse de un oficio para el que obviamente no estaba preparado, pero un extraño incidente con uno de sus clientes le hizo reconsiderar la decisión.
Una noche, cuando Leopoldo estaba dando por terminada su jornada, y mientras esperaba detenido en un semáforo en rojo, un elegante hombre de mediana edad se subió al vehículo. Leopoldo trató de explicarle que estaba fuera de servicio, pero el pasajero sacó un arma y le explicó que si no lo llevaba a donde tenía que ir, iba a tener que matarlo, algo que no quería hacer.
Los modales del hombre y su forma de hablar eran impecables, y ante semejante petición Leopoldo no tuvo más remedio que aceptar y temblando de miedo comenzó la carrera que cambiaría su vida.
Al preguntarle a dónde iba el hombre le respondió con una frialdad asombrosa que a matar a su mujer. Luego de darle la dirección a donde se dirigía, el hombre se mantuvo en silencio mientras Leopoldo trataba de encontrar una salida a su problema.
Fue entonces cuando recordó quién era y los años que había gastado tratando de entender el complicado funcionamiento de la mente humana.
Con mucha prudencia comenzó a hacerle preguntas al amable caballero con la intención de persuadirlo de no cometer semejante error. La hora que duró el viaje el pasajero terminó por contarle la parte más oscura de su vida y las razones por las cuales había tomado esa decisión.
Arturo, como dijo llamarse, se había casado con una mujer veinte años menor. El matrimonio al comienzo fue perfecto, pero la diferencia de edades y, sobre todo, la extraordinaria belleza de su esposa comenzaron a hacer estragos. El fantasma de los celos apareció y con él la obsesión de comprobar el adulterio que al comienzo sólo existió en su imaginación, pero finalmente se volvió realidad.
Leopoldo, con una seguridad que desconcertó al pasajero, hizo un rápido análisis de la situación y comenzó a proponer salidas y construir hipótesis sobre cuales serian las consecuencias.
Arturo, sorprendido, llegó a su destino, pero antes de bajar del vehículo escuchó las últimas reflexiones de Leopoldo sobre el amor y las relaciones personales.
Después de pagar una suma verdaderamente generosa, el pasajero desapareció en la noche no sin antes agradecerle a su misterioso consejero por sus palabras.
De regreso a su casa Leopoldo se detuvo en una delegación de Policía y contó lo que le había pasado, pero a pesar de entregar toda la información que tenía no fue tomado muy en serio.
Dos días después en el periódico apareció la noticia del crimen pasional que conmovió a la sociedad capitalina, pues Arturo era un hombre muy estimado en los medios académicos y su mujer una de las más promisorias figuras de las bellas artes del país.
Luego de asesinarla, Arturo se había suicidado en frente del que suponía era el amante de su mujer, un joven estudiante de arte quien solamente era un alumno de su esposa.
Leopoldo entonces tomó una decisión; su taxi no sería solamente un medio de transporte sino el lugar en donde de ser posible trataría de ayudar a tanta gente angustiada que día a día tenia que enfrentarse a su difícil realidad.
En su consultorio móvil, como comenzó a llamarlo, Leopoldo todos los días escuchaba historias a veces difíciles de creer pero todas ellas reales. Algunas veces sus consejos eran atendidos, otras no, pero siempre quedaba con la sensación de haber cumplido con su misión. Algunos pasajeros se volvieron habituales y como si fueran a la consulta semanal donde el psicólogo, aparecían con una puntualidad verdaderamente asombrosa para hablar con el taxista.
Leopoldo comenzó además a ofrecer otros servicios en su taxi. Vendía libros y revistas, tenía una amplia discoteca para satisfacer los gustos musicales de sus pasajeros, y así fue ampliando la oferta hasta convertirse en una especie de pequeño supermercado móvil donde había desde perfumes para regalos de emergencia, hasta preservativos para las urgencias del amor.
Con el tiempo Leopoldo comenzó a escribir una especie de diario sobre las historias que escuchaba en sus recorridos y algunas de las que fue protagonista y testigo de primera mano. Amores, odios, comedias y tragedias, encuentros clandestinos, citas a ciegas, en fin, toda la gama y el espectro de las posibilidades narrativas quedaron registradas en su libro “Taxistorias” que poco después de publicado se convirtió en un éxito editorial.
La serie que proponemos recoge estas historias de una manera sencilla con un número limitado de personajes y locaciones, aprovechando la posibilidad narrativa de las conversaciones entre el taxista y sus pasajeros para resolver problemas complicados o muy costosos de producir.
Cada episodio contará una historia diferente teniendo como hilo conductor a Leopoldo, quien ocasionalmente será protagonista de sus propias aventuras, pero que generalmente será el narrador de la historia y con sus análisis y conclusiones intentará dejar algún mensaje constructivo sobre los conflictos a tratar.